viernes, 28 de diciembre de 2007

Análisis del libro titulado: La cuestión escolar de Jesús Palacios
La reproducción de Pierre Bordieu Jean-Claude Passeron

Históricamente, la reproducción, de Bordieu y Passeron fue el primero de los libros de la escuela capitalista que se público en Francia en 1970.
Bordieu y Passeron se ocuparon de estudiar de manera especifica y exclusiva del problema escolar, reconociendo el subtitulo de la reproducción que lo demuestran, en los elementos para una teoría del sistema de enseñanza.
El análisis que hacen estos autores parte de su teoría de la violencia y el poder, de este principio de la teoría del conocimiento sociológico. La violencia y el poder se convierten, de esta forma, el uno en la condición del otro; la violencia simbólica a que Bourdieu y passeron se refieren no es otra cosa que la imposición, por parte de la acción pedagógica, de una serie de significaciones impuestas como legitimas; el ocultamiento de lo que se esconde tras esas significaciones y esa legitimación aumenta el poder de quien lo produce y le permite seguir ejerciendo la violencia.
También consideran la cuestión de la doble arbitrariedad (cultural y social) de la acción pedagógica, como punto central del sistema de enseñanza, que se refiere al sistema de relaciones entre el sistema de enseñanza y la estructura de relaciones entre las clases.
En su búsqueda de los fundamentos de una teoría de la violencia simbólica, Bourdieu y Passeron encuentran el punto de llegada en el análisis del sistema de enseñanza como entidad institucional que impone, a través de la autoridad pedagógica, una acción pedagógica por medio del trabajo pedagógico, por lo tanto analizar el significado y función del sistema de enseñanza supone valorar su estructura y funcionamiento en función de su doble función reproductora social y cultural.
De la misma forma en su análisis establecen que solo se puede comprender el aspecto propiamente pedagógico de la crisis que hoy conoce el sistema de enseñanza, es decir, los desajustes y las discordancia que le afectan como sistema de comunicación, a condición de tener en cuenta, por una parte, el sistema de relaciones que unen las competencias o las actitudes de las diferentes categorías de estudiantes a sus características sociales y escolares; por otra parte, la evolución del sistema de relaciones entre la Escuela y las clases sociales tal como la aprehende objetivamente la estadística de las probabilidades de acceso a la universidad y las probabilidades condicionales de entrar en las diferentes facultades.
El sistema de enseñanza sólo logra realizar perfectamente su función ideológica de legitimación del orden establecido porque esta obra maestra de mecánica social logra ocultar como por un encajonamiento de cajas con doble fondo, las relaciones que, en una sociedad dividida en clases, unen la función de inculcación, es decir, la función de integración intelectual y moral, a la función de conservación de la estructura de las relaciones de clase característica de esta sociedad.







martes, 18 de diciembre de 2007

El caso Semmelwers
PREGUNTAS BÁSICAS
Caso Semmelweis
¿Cual era la lógica de Semmelweis en cuanto al problema de la fiebre puerperal?Dibuje un diagrama del camino que siguió Semmelweis para la solución del problema¿Cual era el objeto de estudio de Semmelweis?¿Cómo se da la interacción del sujeto con el objeto?¿Cuántas hipótesis se plantean en el documento?¿Cuáles de las siguientes categorías se aplicaron en el caso Semmelweis? juzgar, inferir, deducir, investigar, seleccionar, sistematizar
DOCUMENTO PARA ANÁLISIS
Carl G. Hempel, Filosofía de la ciencia naturalEl caso SemmelweisComo simple ilustración de algunos aspectos importantes de la investigación científica, parémonos a considerar los trabajos de Semmelweis en relación con la fiebre puerperal. Ignaz Semmelweis, un médico de origen húngaro, realizó esos trabajos entre 1844 y 1849 en el Hospital General de Viena. Como miembro del equipo médico de la Primera División de Maternidad del hospital, Semmelweis se sentía angustiado al ver que una gran proporción de las mujeres que habían dado a luz en esa división contraía una seria y con frecuencia fatal enfermedad conocida como fiebre puerperal o fiebre de postparto. En 1844, hasta 260, de un total de 3.157 madres de la División Primera -un 8,2 %- murieron de esa enfermedad; en 1845, el índice de muertes era del 6,8 %, y en 1846, del 11,4. Estas cifras eran sumamente alarmantes, porque en la adyacente Segunda División de Maternidad del mismo hospital, en la que se hallaban instaladas casi tantas mujeres como en la Primera, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal era mucho más bajo: 2,3, 2,0 y 2,7 en los mismos años. En un libro que escribió más tarde sobre las causas y la prevención de la fiebre puerperal, Semmelweis relata sus esfuerzos por resolver este terrible rompecabezas.Semmelweis empezó por examinar varias explicaciones del fenómeno corrientes en la época; rechazó algunas que se mostraban incompatibles con hechos bien establecidos; a otras las sometió a contrastación.Una opinión ampliamente aceptada atribuía las olas de fiebre puerperal a «influencias epidémicas que se describían vagamente como «cambios atmosférico-cósmíco-telúricos», que se extendían por distritos-enteros y producían la fiebre puerperal en mujeres que se hallaban de postparto. Pero, cómo -argüía Sernmelweis- podían esas influencias haber infestado durante años la División Primera y haber respetado la Segunda? Y ¿cómo podía hacerse compatible esta concepción con el hecho de que mientras la fiebre asolaba el hospital, apenas se producía caso alguno en la ciudad de Viena o sus alrededores? Una epidemia de verdad, como el cólera, no sería tan selectiva. Finalmente, Semmelweis señala que algunas de las mujeres internadas en la División Primera que vivían lejos del hospital se habían visto sorprendidas por los dolores de parto cuando iban de camino, y habían dado a luz en la calle; sin embargo, a pesar de estas condiciones adversas, el porcentaje de muertes por fiebre puerperal entre estos casos de «parto callejero» era más bajo que el de la División Primera.Según otra opinión, una causa de mortandad en la División Primera era el hacinamiento, Pero Semmelweis señala que de hecho el hacinamiento era mayor en la División Segunda, en parte como consecuencia de los esfuerzos desesperados de las pacientes para evitar que las ingresaran en la tristemente célebre División Primera.Semmelweis descartó asimismo dos conjeturas similares haciendo notar que no había diferencias entre las dos divisiones en lo que se refería a la dieta y al cuidado general de las pacientes.En 1846, una comisión designada para investigar el asunto atribuyó la frecuencia de la enfermedad en la División Primera a las lesiones producidas por los reconocimientos poco cuidadosos a que sometían a las pacientes los estudiantes de medicina, todos los cuales realizaban sus prácticas de obstetricia en esta División. Semmelweis señala, para refutar esta opinión, que (a) las lesiones producidas naturalmente en el proceso del parto son mucho mayores que las que pudiera producir un examen poco cuidadoso; (b) las comadronas que recibían enseñanzas en la División Segunda reconocían a sus pacientes de modo muy análogo, sin por ello producir los mismos efectos; (c) cuando, respondiendo al informe de la comisión, se redujo a la mitad el número de estudiantes y se restringió al mínimo el reconocimiento de las mujeres por parte de ellos, la mortalidad, después de un breve descenso, alcanzó sus cotas más altas.Se acudió a varias explicaciones psicológicas. Una de ellas hacía notar que la División Primera estaba organizada de tal modo que un sacerdote que portaba los últimos auxilios a una moribunda tenía que pasar por cinco salas antes de llegar a la enfermería: se sostenía que la aparición del sacerdote, precedido por un acólito que hacía sonar una campanilla, producía un efecto terrorífico y debilitante en las pacientes de las salas y las hacía así más propicias a contraer la fiebre puerperal. En la División Segunda no se daba este factor adverso, porque el sacerdote tenía acceso directo a la enfermería. Semmelweis decidió someter a prueba esta suposición. Convenció al sacerdote de que debía dar un rodeo y suprimir el toque de campanilla para conseguir que llegara a la habitación de la enferma en silencio y sin ser observado. Pero la mortalidad no decreció en la División Primera.A Semmelweis se le ocurrió una nueva idea: las mujeres, en la División Primera, yacían de espaldas; en la Segunda, de lado. Aunque esta circunstancia le parecía irrelevante, decidió, aferrándose a un clavo ardiendo, probar a ver si la diferencia de posición resultaba significativa. Hizo, pues, que las mujeres internadas en la División Primera se acostaran de lado, pero, una vez más, la mortalidad continuó.Finalmente, en 1847, la casualidad dio a Semmelweis la clave para la solución del problema. Un colega suyo, Kolletschka, recibió una herida penetrante en un dedo, producida por el escalpelo de un estudiante con el que estaba realizando una autopsia, y murió después de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas que Semmelweis había observado en las víctimas de la fiebre puerperal. Aunque por esa época no se había descubierto todavía el papel de los microorganismos en ese tipo de infecciones, Semmelweis comprendió que la «materia cadavérica» que el escalpelo del estudiante había introducido en la corriente sanguínea de Kolletschka había sido la causa de la fatal enfermedad de su colega, y las semejanzas entre el curso de la dolencia de Kolletschka y el de las mujeres de su clínica llevó a Seinmelweis a la conclusión de que sus pacientes habían muerto por un envenenamiento de la sangre del mismo tipo: él, sus colegas y los estudiantes de medicina habían sido los portadores de la materia infecciosa, porque él y su equipo solían llegar a las salas inmediatamente después de realizar disecciones en la sala de autopsias, y reconocían a las parturientas después de haberse lavado las manos sólo de un modo superficial, de modo que éstas conservaban a menudo un característico olor a suciedad.Una vez más, Semmelweís puso a prueba esta posibilidad. Argumentaba él que si la suposición fuera correcta, entonces se podría prevenir la fiebre puerperal destruyendo químicamente el material infeccioso adherido a las manos. Dictó, por tanto, una orden por la que se exigía a todos los estudiantes de medicina que se lavaran las manos con una solución de cal clorurada antes de reconocer a ninguna enferma. La mortalidad puerperal comenzó a decrecer, y en el año 1848 descendió hasta el 1,27 % en la División Primera, frente al 1,33 de la Segunda.En apoyo de su idea, o, como también diremos, de su hipótesis, Seminelweis hace notar además que con ella se explica el hecho de que la mortalidad en la División Segunda fuera mucho más baja: en ésta las pacientes estaban atendidas por comadronas, en cuya preparación no estaban incluidas las prácticas de anatomía mediante la disección de cadáveres.La hipótesis explicaba también el hecho de que la mortalidad fuera menor entre los casos de «parto callejero»: a las mujeres que llegaban con el niño en brazos casi nunca se las sometía a reconocimiento después de su ingreso, y de este modo tenían mayores posibilidades de escapar a la infección.Asimismo, la hipótesis daba cuenta del hecho de que todos los recién nacidos que habían contraído la fiebre puerperal fueran hijos, de madres que habían contraído la enfermedad durante el parto; porque en ese caso la infección se le podía transmitir al niño antes de su nacimiento, a través de la corriente sanguínea común de madre e hijo, lo cual, en cambio, resultaba imposible cuando la madre estaba sana.Posteriores experiencias clínicas llevaron pronto a Semmelweis a ampliar su hipótesis. En una ocasión, por ejemplo, él y sus colaboradores, después de haberse desinfectado cuidadosamente las manos, examinaron primero a una parturienta aquejada de cáncer cervical ulcerado; procedieron luego a examinar a otras doce mujeres de la misma sala, después de un lavado rutinario, sin desinfectarse de nuevo. Once de las doce pacientes murieron de fiebre puerperal. Semmelweis llegó a la conclusión de que la fiebre puerperal podía ser producida no sólo por materia cadavérica, sino también por «materia pútrida procedente de organismos vivos»
ADIVINA ADIVINADOR

Divertimentos de la CienciaHéctor CabelloUniversidad Autónoma de CoahuilaEn alguna ocasión escuche a René Avilés Fabila decir que un cuento es una especie de adivinanza: el escritor sabe a donde va; el lector tiene que adivinarlo antes de que termine la narración. No se valen trampas- decía el autor del Gran solitario de palacio-, el escritor tiene que otorgar ciertas pistas-clave, sin descuidar su intención. En esta lucha, solo el lector inteligente podrá descifrar el nudo narrativo; si lo logra antes de que el cincuenta porciento de la trama haya transcurrido, el cuento es malo. Después, a medida que el final se acerca, la historia va siendo cada vez mas buena en la medida- o en proporción directa-al apendejamiento del lector. En esta ocasión deseo recuperar la idea de Avilés Fabila: ¿quieres jugar, o prefieres cerrar el libro?¡Muy bien¡, aceptas el reto . Te diré en principio que la persona en cuestión tuvo una larga vida; tan prolongada existencia vivió que se opuso- con toda madurez- a las dos guerra mundiales. Nació justo cuando el General Ulises S. Gran se reeligió como Presidente de los Estados Unidos, y falleció dándoles la mano solidaria a los estudiantes en lucha en Berkeley y en Paris( de seguro leía a otros iluminados: Sartre, Marcuse a Kerouack, Nacido en 1872, aun se dio tiempo para ver de cerca el tristemente célebre Caso Watergate.Una lista más que arbitraria (e incompleta, of course) enumera sesenta y ocho publicaciones de quien hablamos, habría que agregar sus cientos y cientos de artículos en revistas especializadas. ¿ Quieres algunos títulos como para que le sirvan de pesquisa? Ahí te van: El uso del lápiz labial, Modales de los turistas, Maltrato de las esposas y eligiendo cigarros. Su primer libro se publicó en 1896 y el ultimo ( que se llamo Ensayos de análisis ) se dio a la prensa en 1973, poco después de su muerte.Los temas acerca de los cuales escribió fueron muy poco variados, véase si no: geometría, filosofía, matemáticas, justicia, reconstrucción social, ideas políticas, misticismo, lógica, bolchevismo, china, la mente, la industria, ciencia, la relatividad, educación, escepticismo, matrimonio, felicidad, moral, ociosidad, religión, cuestiones internacionales, historia, el poder, la verdad, el conocimiento, la autoridad, ciudadanía, ética, autobiografía, ateísmo, sabiduría, el futuro, el desarme, la paz y crímenes de guerra, entre otros temas. En 1959 publicó un libro sobre la guerra nuclear (Que chiste- dirá algún avieso lector- después de lo de Hiroshima y Nagasaki). Sin embargo, a favor de nuestro personaje diré que treinta y seis años antes, para ser exactos en 1923, dio a la luz pública su Abecé de los átomos (¡Bófanos¡)A estas alturas del relato, de seguro que dos o tres lectores ya habrán adivinado de quién estamos hablando; para el resto de los mortales continuare dando pista- según la recomendación de Avilés Favila.Antes de cumplir los cuatro años de edad, este pobre cuate se quedó huérfano de padre y madre, por lo que pasó su infancia en casa de un abuelo, quien por cierto era Conde. Entre los antecedentes de nuestro personaje se puede apuntar que:Pertenecía a la aristocracia Whig que, si bien se aislaba herméticamente de todo contacto con el populacho y hasta de la clase media, tenia un apego incomprensible por las ideas radicales…1Como su padres habían sido ateos y ultra radicales, dejaron por escrito que su hijo fuera educado bajo la egida de John Stuart Mill. Pero (¡oh decepción¡) su abuela decidió que la Biblia era el mejor camino y, según algunos autores, esta eventualidad engendro uno de los mas perversos anticristianos. A sus quince años ya declaraba su ateísmo; lo escribía en su diario y lo hacia en griego por aquello de los pajaritos en los alambres.Las matemáticas fueron su primera y gran pasión vital; en su obra cumbre escribió: Las matemáticas me gustan porque no son humanas; poseen no solo la verdad, sino un belleza suprema, fría y austera, como la de una escultura, de una perfección tal que solo el gran arte puede mostrar. Esto lo escribió la ultima noche de 1899, justo cuando el nuevo siglo entraba por su ventana . Curiosamente, otra criatura descabellada, ese misma, cabalística noche, terminaba también la mas excelsa de sus obras: La interpretación de los sueños, que propicio la segunda revolución psiquiátrica.Las obras filosóficas de quien estamos hablando nunca tuvieron el reconocimiento de sus colegas ni repercusión intelectual alguna, aunque si del gran publico . Por ejemplo Historia de la filosofía occidental, La conquista de la felicidad, y El conocimiento humano, publicados entre 1946 t 1949, tuvieron mucha resonancia. Se trataba de un filosofo que abandonaba su torre de marfil para llegar al mundo . La divulgación de sus ideas le mereció cárcel repetidad veces, en 1916, en 1918, y en 1940; todavía, en 1961 – a sus ochenta y ocho años de edad – fue condenado a pasar un mes en prisión; ¡Qué vergüenza… un anciano de ochenta y ocho años- dijo alguien. Pero el juez inmutable, respondió: Es bastante mayor como para saber lo que debe hacer.Nuestro amigo( seguro que ya lo es) había acusado de diversas maneras: sus libros eran: Lascivos libidinosos, venéreos, erotomaniacos, afrodisiacos y ……?